22 de junio de 2025 (Corpus Christi C)
Queridos hermanos y hermanas, hoy Cristo, como un nuevo Moisés, multiplica los cinco panes y los dos peces, alimentando al pueblo. El pueblo de Israel, en el desierto, vio cómo Dios proveyó para ellos, dándoles maná, ese alimento especial del cielo que los sació. Para nosotros, vemos que nuestro maná y nuestro alimento es Jesucristo mismo. Cristo es nuestra Pascua; viene en medio del desierto de nuestra vida y del hambre que experimentamos. Nuestra hambre se satisface cuando vemos el amor de Dios por nosotros, cuando Cristo rompe todas nuestras esclavitudes y nos introduce en su paz. En cada eucaristía experimentamos esta Pascua donde Cristo pasa por nosotros. En la eucaristía experimentamos, de hecho, la providencia y la abundancia de Dios. Cristo nos introduce en su reino: «Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos por el estrado de tus pies». Nuestros enemigos son nuestros pecados y temores, que Cristo rompe y perdona por nosotros. Cristo hoy, en esta Eucaristía, nos trae consigo, abriendo el cielo y la vida eterna para nosotros. Como decía San Ignacio de Antioquía, la Eucaristía cristiana es el antídoto de la inmortalidad. Por lo tanto, aprovechemos hoy esta Eucaristía para unirnos a Cristo y recibir de él la sobreabundancia de su vida inmortal, donde el pecado y el miedo ya no pueden tocarnos ni matarnos. Recibimos en esta Eucaristía fe y la fe nos da la vida eterna y el don de Jesucristo resucitado en nosotros. La Paz, Padre Nicholás, Párroco