27 de julio de 2025 (17 Domingo Ordinario C)
Queridos hermanos y hermanas, hoy se nos enseña a orar. Abraham suplica a Dios por la ciudad de Sodoma con persistencia. También en la parábola, Jesucristo nos dice que oremos con persistencia, creyendo que Dios es nuestro Padre, que ya sabe mejor lo que necesitamos, incluso antes de pedírselo. Estamos llamados a orar a Dios con persistencia y sin cansarnos de pedir. A menudo oramos mal o no sabemos realmente cómo orar. Nos damos por vencidos desde el principio y ni siquiera rezamos muchas veces; simplemente seguimos adelante a lo largo del día cargando con todo sobre nuestros hombros. Necesitamos que Jesucristo nos inicie y nos enseñe a orar. Necesitamos creer y experimentar que tenemos un Padre celestial. El diablo y el mundo nos dicen constantemente y con “insistencia” lo contrario: "¡Estás solo, nadie te ama! ¿Dónde está tu Dios?". Dios, en su infinita bondad hacia nosotros, quiere darnos cada día su Espíritu Santo. El problema es que nunca lo pedimos, nos cansamos o pensamos que es inútil. Nuestra falta de oración persistente nos revela nuestra falta de confianza en Dios y la facilidad con la que seguimos al mundo. Cristo nos muestra hoy que sí tenemos un Padre celestial. Dios quiere protegernos del maligno y de sus trampas y tentaciones. Mediante esta oración perseverante, la fe se despierta en nosotros y Cristo puede venir inmediatamente a salvarnos, llenándonos de su Espíritu Santo y de la vida eterna que trae la fe. Cristo es quien hoy ora con insistencia por nosotros al Padre y no se cansa de darnos lo bueno: su vida y su Espíritu Santo.